viernes, 8 de septiembre de 2017

España contra el espejo

Por Beniezu
     Traigo a estas páginas un artículo de un  autor catalán interesante,  José A. Rodríguez, tomado de su  Blog "Observatorio de Ciberpolitica" Un artículo que trata sobre la petulancia del integrismo nacionalista español sobre Catalunya. Un artículo que desenmascara las carencias democráticas del Régimen y resalta sus poses dominantes heredadas de su referencia franquista 
                                       


                Por José A. Rodrígez     España contra el espejo

Hablar de “España”, como metáfora del poder de verdad el del estado, el que se ejerce desde la estructura de poder institucional fuerte, económico y mediático. Esa España siempre se ha relacionado con otras estructuras sociales e institucionales de forma extractiva. España se comporta como un maltratador narcisista, que extrae un suministro para sus intereses privados y considera a los demás no como personas con sus necesidades e intereses auténticos sino como extensiones de si mismo.

       España, el maltratador le ha importado bien poco las quejas de Catalunya. Las ha tratado siempre con displicencia y como “manías de alguien demasiado sensible”. España ha intentado modelar Catalunya a su manera mientras Catalunya intentaba modelar la relación para poder encajar en ella.

     España ha jugado a luz de gas con Catalunya, incumpliendo promesas, truncando acuerdos, corrompiendo el espíritu de su propia Constitución y por último utilizando los tribunales de garantías para un uso privado. Nunca ha considerado otro actor y otros intereses que él mismo, todo se hacía siempre desde su óptica y desde su egoísmo. Si en algún momento se cedía algo a Catalunya era porqué en el fondo España quería algo de ella.

       Catalunya lleva luchando por la relación durante décadas, ofreciendo alternativas, renegociaciones, nuevos pactos. Mientras que para España todos estos gestos no eran más que quejas y negociaciones eran fruto de una personalidad demasiado intensa, demasiado quejumbrosa. España ha creído siempre que Catalunya era un niño díscolo que no se quería acomodar a lo que es lo “normal”. España como buen maltratador no entendía que el otro actor pudiera estar incómodo, que pudiera sentirse maltratado y manipulado y que eso en el fondo fuera algún problema.
      


  
     Catalunya intentó poner etiquetas a su relación y poder reconducirla “relación en un estado plurinacional”, “estado de autonomías”, “federalismo”, “estado descentralizado asimétrico”. España aceptaba algunas etiquetas pero todo era una farsa, Catalunya no es y nunca ha sido “nadie”, es paisaje, en cuanto pasaba la crisis el pacto se ignoraba. El maltratador no puede ver al otro actor como un igual y por tanto sus demandas son equivalentes a las que hace un animal doméstico a su dueño. Si place se le complace, pero no se negocia con el ganado.
  
      Y como toda relación tóxica en la que la víctima quiere dejar de serlo, el maltratado comenzó confrontando al maltratador. Primero poniendo en la mesa que es posible romper la relación. Como todo maltratador para España eso es un imposible. Nunca un maltratador rompe una relación tóxica, la puede dejar en suspenso, aparcar a esa persona ÉL, ¿pero que le abandonen? Eso es inaceptable.

       Como España nunca se creyó que Catalunya podía dejarle, se dedicó a ignorar las alertas. Catalunya planteó una ruptura pactada, intentando ver si por el camino había maneras de reconstruir la relación. Pero el maltratador no puede negociar con alguien que no considera un igual. Por tanto, la vía de la ruptura pactada, civilizada, con posibilidad de rescatar la relación se volvió inviable.

     Puesta contra la espada y la pared, Catalunya reaccionó como las víctimas de un manipulador y maltratador cuando por fin deciden romper la relación y salir de la trampa. A mordiscos, revelándose, rompiendo las normas, pateando el tablero de juego. La reacción le sorprendió a España. Como si esta reacción no estuviera bien anclada en la no salida a una situación inviable creada por la propia España, esta hizo la inversión, se comportó como víctima. “Mirad como me trata Catalunya, está pateando la Constitución, las leyes, el orden y lo que es aceptable”. Como a un maltratador que el maltratado un día se gira y le grita a la cara delante de todo el mundo lo que ha vivido, este se presentó como el agredido. El mecanismo de proyección psicológica en versión institucional. Golpes de estado. Atentado a la democracia. Ignorando que todo es una reacción para poder salir y escapa

      Catalunya le ha puesto un espejo a España. Y lo peor que se puede hacer a un maltratador narcisista es ponerle un espejo delante que le confronte con su realidad. Eso es lo que ocurrió ayer. Y ahora España está ante el espejo.

       Como lo estuvo cuando los cubanos y filipinos le declararon la guerra. Cuando España perdió Cuba y Filipinas la ruptura emocional duró toda una generación. Y en este caso la herida va a ser más profunda. Catalunya ha luchado por la relación y es aún una mejor fuente de suministro. Y al igual que en el 98, España, cuando pierda a Catalunya, se bunkerizará emocionalmente. Y no aprenderá



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