Este pedagógico artículo de Carlo Frabetti, que reproduzco integro en mi blogs, es muy interesante por
su aportacion al conocimiento
ideologico politico de la realidad del capitalismo actual, que
como acertada mente dice su autor “el
capitalismo es la matriz del fascismo y el fascismo es la última ratio del
capitalismo”.
Este articulo ayuda a desmitificar el falso concepto que la generalidad tiene de que
el Fascismo es un movimiento politico que se define por una serie de formas y
rituales ideologicas de manual
perfectamente delimitados y conocidos, que han destacado y dejado en nuestra memoria
historica las formas del Nazismo, Fascismo , Falangismo etc. Cada una de estas modalidades
del fascismo generico, tenian sus especifidades propias , contenidos ideologicos diferenciados y acompañados siempre de una iconografia tremendista
y marcadamente peculiar a cada uno de
ellos. Pero no asi su naturaleza y su razon de ser, que en definitiva fueron y seran siempre del mismo origen, fundamento y finalidad, es decir; La posesion del dominio politico absoluto de la clase dominante capitalista
sobre las demas clases , y fundamentalmente sobre la clase trabajadora.
Y como en en definitiva, bien lo
explica Fabretti, el fascismo es alimentado y existe por su miedo al cambio social que la clase social burguesa tiene de perder
sus privilegios en veneficio
de la clases trabajadorra. Y suele resurgir siempre en epocas de graves
crisis economico politicas del Sistema
capitlista. No ha sido casualidad que los movimientos fascistas mas importantes
surgidos en nuestra hera reciente, hayan surgido en la primera mitad del siglo
XX tras el triunfo de la revolucion en
Rusia y la comvulsion social en Alemania, Italia y España cuyas burguesias locales , las clases medias ,temerosas
de unas masas trabajadoras depauperadas y revueltas por las crisis económica se dejaron manipular por el gran capital
egemonico que siempre fue el que
promociono y financio todos los fascismos
.La historia nos ha mostrado otras formas de fascismo ,escenificados por medio
de golpes de estado , similares en su naturaleza extrema en represion y
carencia de libertades pero estos ,ya
sin un contenido ideologico especifico
si no consideramos los abituales
“argumentos” de maual tales como,
“ para defender la religion y la “libertad”del comunismo” etc.
El nuevo fascismo emergente ,todo
hace pensar, que no va tener aquellas
formas ideologicas tan rimbombantes de
antaño , ni tampoco va ir acompañado de aquellas parafernalicas iconografias . Los tiempos cambian y estamos en un mundo donde las
formas de comunicacion y la racionalidad no parece que valla asimilar aquellas consignas populistas grandilocuentes y presuntamente
subliminares . La nueva ideologia , en
auge parece ser la propia antiideologia, como forma "ideologica" dominante , que
el Sistema pretendera inculcar, ya lo esta haciendo, como lo hemos podido
comprovar en las recientes movilizaciones
masivas presuntamente dirigidas
por los 15M, los DRY etc. Donde el presunto “apoliticismo” fomentado por manos ocultas, que pretenderan asentase como "ideologia" del futuro, con la intencionalidad de modelar unas masas
descontentas e indignadas , vaciar sus
cerebros de contenidos ideologicos en definitiva,
para manipularlas mejor.Recomiendo leer el articulo “”Apuntes sobre una emergente ideología dominante,”” donde se exponen con mas amplitud este tema del “apoliticismo”(1)
Beniezu
El fascismo del siglo XXI
El capitalismo, al
identificar el éxito con el poder y riquezas, exacerba la competencia hasta
extremos que resultan desestructurantes para el individuo y autodestructivos
para la especie. Para la lógica capitalista, que es matriz del fascismo,
triunfar es estar por encima de los demás y tener más que los demás (en lugar
de ser más con los demás).
Si hubiera que
definir el fascismo en pocas palabras (en dos palabras, que es la definición
mínima, pues una sola palabra no sería una definición sino un sinónimo), cabría
decir que un fascista es un burgués asustado.
Tal vez
parezca una definición muy amplia, que situaría el número de fascistas, solo en
el Estado español, en el orden de los millones; pero puesto que el capitalismo
es la matriz del fascismo y el fascismo es la última ratio del capitalismo,
cualquier persona que asuma las normas y valores del sistema se convertirá en
un fascista en potencia, cuando no en acto.
Y si el
fascista es un burgués asustado, ¿qué es lo que lo asusta? En principio, la
inseguridad, la posibilidad de perder sus privilegios de clase, su mezquino
«bienestar»; pero este miedo, -y esta es una de sus características más
definitorias y definitivas- se materializa en un Gran Enemigo, un enemigo
interno o externo en el que se ve la causa de todos los males y al que hay que
destruir a toda costa. Un enemigo perverso con el que no se puede dialogar ni
negociar, un enemigo homologable con el mal absoluto, es decir, demoníaco.
En el caso
concreto del fascismo español, ese enemigo demoníaco fue durante cuatro décadas
el comunismo (y pronto volverá a serlo). Tras la farsa de la «transición
democrática» y la domesticación del comunismo institucional, el papel de
demonio se transfirió a la violencia disidente (lo que el poder llama
«terrorismo»), y muy concretamente a ETA. Pero tras la práctica desaparición de
la «amenaza terrorista», lo que el poder llama «extrema izquierda» (es decir,
la izquierda real) pronto recuperará sus cuernos diabólicos.
Pero el
fascismo -la burguesía asustada- no se conforma con inventarse un Gran Enemigo
a la medida de su cobardía, sino que ve amenazas por todas partes, en todo lo
diferente; todo lo que pone en cuestión las normas y valores en que se basa su
ficticia seguridad le provoca un miedo irracional y exasperante, una auténtica
fobia patológica. Por eso el fascista es xenófobo, racista y sexista; por eso
es dogmático, violento y autoritario, tanto en un sentido activo como pasivo:
quiere imponerse por la fuerza, pero también quiere someterse a una autoridad
indiscutible; como señaló Erich Fromm, el miedo del fascista es en gran medida
miedo a la libertad (tanto a la libertad ajena como a la propia
¿Y dónde están
los fascistas del siglo XXI? ¿Quiénes son? Al oír, hoy, la palabra fascismo,
tendemos a pensar en organizaciones de extrema derecha e individuos fácilmente
reconocibles por sus signos externos: cruces gamadas, banderas
preconstitucionales, consignas xenófobas... Pero, sin minimizar la gravedad de
estas expresiones, el verdadero problema hay que verlo en el profundo arraigo
del fascismo en todos los estamentos y niveles de nuestra sociedad; un arraigo
tan profundo que, de alguna manera y en alguna medida, afecta a la gran mayoría
de la población y se manifiesta en conductas y actitudes que tendemos a
considerar «normales». Entre los rasgos más arraigados y preocupantes de esta
generalizada fascistización, cabe destacar los siguientes: el dogmatismo, la
competitividad exacerbada, el machismo, el racismo y la xenofobia, el
puritanismo y el carnivorismo.
Dogmatismo: La
palabra «dogma» remite directamente a la religión, y tendemos a considerar que
quienes no acatan la doctrina y la autoridad de la Iglesia, o de cualquier otra
institución religiosa, se libran del dogmatismo; pero, lamentablemente, no es
así. Toda creencia inamovible, toda convicción inasequible a la discusión o la
crítica, toda verdad que se tiene por absoluta supone, en última instancia, una
forma de dogmatismo. Y solo la ciencia -y no siempre- es plenamente coherente
con la noción de que no hay verdades absolutas y definitivas, sino únicamente
interpretaciones provi- sionales más o menos eficaces. Por eso Marx y Engels
propugnaron un socialismo científico, y por ende libre de dogmas. Y por eso
tenemos que seguir trabajando para lograr que el marxismo deje de ser, como lo
es para muchos izquierdistas, una doctrina en lugar de una herramienta.
Competitividad:
Como en los demás animales gregarios, la conducta del ser humano con sus
semejantes -es decir, su conducta social- se mueve a lo largo del eje
colaboración-competencia.
Los lobos
colaboran para cazar y luego se disputan el mejor bocado; pero la colaboración
siempre prevalece sobre la competencia, y las peleas entre lobos rara vez
tienen un desenlace fatal (decía Hobbes, citando a Plauto, que el hombre es un
lobo para el hombre; ojalá fuera cierto). Pero el capitalismo, al identificar
el éxito con la acumulación de poder y riquezas, exacerba la competencia hasta
extremos que resultan desestructurantes para el individuo y autodestructivos
para la especie. Para la lógica capitalista, que es la matriz del fascismo,
triunfar es estar por encima de los demás y tener más que los demás (en lugar
de ser más con los demás).
Machismo:
Patriarcado, capitalismo y fascismo son inseparables y se generan (y re-generan
sin cesar) mutuamente. Gracias a las luchas, a menudo heroicas, y al trabajo
teórico del feminismo -la principal fuerza transformadora del siglo XX y lo que
va del XXI- la situación ha cambiado mucho en las últimas décadas; pero el
machismo sigue siendo una de las mayores lacras, si no la mayor, de casi todas
las sociedades. El miedo a lo diferente, a lo ajeno, a lo otro, que es una de
las características básicas del fascismo, llega al extremo, en el fascista
varón (y la mayoría de los fascistas son varones), de incluir en su rechazo
irracional la irreductible otredad de lo femenino. Pero aunque solo los
fascistas declarados suelan ser conspicuamente machistas, no nos engañemos:
todos los varones (y no pocas mujeres) lo somos en alguna medida.
Racismo: En
una de las dependencias del Memorial del Holocausto de Jerusalén hay dos
puertas de salida con sendos rótulos; en uno pone «Personas sin prejuicios
raciales» y en el otro «Personas con prejuicios raciales». Naturalmente, todos
intentan salir por la primera puerta; pero no pueden hacerlo, pues está cerrada
con llave. Y si alguien le pregunta a los empleados del museo por qué está
cerrada esa puerta, le contestan: «Porque las personas sin prejuicios raciales
no existen». Valga en este caso lo dicho sobre el machismo: en las últimas
décadas se ha avanzado mucho en la lucha contra el racismo y la xenofobia;
pero, de alguna manera y en alguna medida, el recelo ante lo étnica y
culturalmente distinto sigue vivo en la inmensa mayoría de la gente.
Puritanismo:
En el puritanismo confluyen el miedo a lo diferente (y una forma de ser
diferente es no acatar la moral sexual cristiano-burguesa), el autoritarismo
represor y el machismo. El machismo, sí, pues el puritanismo expresa, ante todo
y sobre todo, el miedo a la libertad sexual de las mujeres y el deseo de
reprimirla. Y una forma de puritanismo especialmente preocupante, en la medida
en que afecta incluso a algunos sectores de la izquierda, es la criminalización
de la prostitución y las consiguientes medidas o propuestas abolicionistas. La
prostitución es una lacra social, como lo son (aunque de distinta manera), el
alcoholismo, el tabaquismo u otras drogodependencias; pero la criminalización y
el abolicionismo repre- sivo, tanto respecto a la prostitución como a las
drogas, son puro fascismo.
Carnivorismo:
El carnivorismo, perfecta metáfora (o metonimia) del capitalismo depredador y
de la sociedad de consumo, es una aberración ética, dietética, económica,
ecológica y sanitaria, y por ende política. Producir un kilo de proteína animal
supone el gasto -el despilfarro- de hasta diez kilos de proteína vegetal, con
lo que también se decuplica el consumo de agua y de energía. Decía Isaac
Bashevis Singer (que sufrió en carne propia los rigores del nazismo) que con
respecto a los animales todos somos nazis. Y mientras no superemos esta forma
resistente y ampliamente generalizada de fascismo interespecífico, no podremos
transformar radicalmente la sociedad. El socialismo no puede ser dogmático, ni
violento, ni machista, ni racista, ni puritano, y tampoco puede ser consumista,
ni carnívoro, ni especista.
Aclararé que
no estoy diciendo que todos los carnívoros, los aficionados al fútbol o los que
consumen más de lo necesario (que en los países ricos somos la inmensa mayoría)
sean fascistas. Sencillamente, hay conductas y actitudes que tienden a
perpetuar el orden establecido y otras que tienden a transformar la sociedad. Y
en este sentido, como decía Sartre, todos somos medio cómplices y medio
víctimas del sistema (aunque no hay que entender lo de medio y medio en el
sentido literal del cincuenta por ciento: algunas personas son muy cómplices y
muy poco víctimas, y viceversa).
Y aunque no
estéis de acuerdo con algunos de mis argumentos, espero que sí lo estéis sobre
la necesidad de que la izquierda reflexione a fondo sobre estas y otras cuestiones
básicas, incluyendo una autocrítica sistemática y rigurosa. Solo así podremos
derrotar al omnipresente fascismo del siglo XXI y controlar al pequeño fascista
que llevamos dentro.
Jueves 21 de
noviembre de 2013. Nodo50
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cualquier comentario que se salga del rigor de la educación y la compostura democrática, que se dé por borrado